Todo comenzó en 1736, en un pequeño pueblo llamado Avène ubicado en el sur de Francia, un caballo propiedad del marqués de Rocozels se soltó debido a una erupción cutánea. La leyenda dice que el caballo había encontrado un manantial cercano (que más tarde se conoce como Saint Odille Spring), y bebió y rodó sobre sus aguas. Después de un tiempo, el pelaje del caballo se volvió brillante y saludable una vez más. No pasó mucho tiempo para que la noticia de la curación milagrosa del caballo se extendiera por la ciudad.
Y la noticia también llegó al marqués.
El marqués, que una vez fue dueño del sitio donde se descubrió la primavera, decidió construir la primera instalación termal para tratar a los lugareños que sufrían afecciones de la piel como eczema, psoriasis e incluso quemaduras.
Finalmente, toda Francia se enteró de esta “agua milagrosa”: todos querían experimentarla e incluso dermatólogos de renombre como Jean-Louis Albert recomendaron la instalación termal a sus pacientes.
No mucho después, el resto del mundo también había escuchado y clamado por el agua milagrosa de Avène; de hecho, se usaba para tratar a las víctimas del Gran Incendio de Chicago. La reputación del agua de manantial de Avène creció y creció que el gobierno francés reconoció que su sitio era de “beneficio público”.
En los años 70, el Centro de Hidroterapia Avène fue adquirido por los Laboratorios Pierre Fabre, la segunda corporación farmacéutica más grande de Francia en la actualidad.
Continuaron tratando a las personas a través de varias terapias utilizando el agua de manantial y en los años 80, crearon una línea de cuidado de la piel con sus poderes curativos. Esta es Avène, la marca de productos dermocosméticos que tenemos hoy.
Este es ahora el Centro de Hidroterapia de Avène, donde se alojan 4.000 pacientes cada año y donde se lleva a cabo la investigación del producto, la fabricación y el embotellado de Avène. Todavía se encuentra en el sitio original de la primera instalación térmica de la década de 1700 y el sitio permanece sin adulterar, éticamente sostenido y mantenido, y fuertemente protegido por las leyes locales.
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